domingo, 25 de abril de 2010

Let Me Introduce Myself...

—La verdad, amada Natalia, es que una biografía que dura cuatro mil setecientos diez años es una verdadera lata. Harían falta tomos y tomos para desmenuzar mis andanzas en la Tierra y de todos modos quedarían cosas interesantes en el tintero. Tal vez valga más la pena detenerse en lo genérico, en los grandes trazos, que sin duda te ayudarán a comprender mejor cuanto quiero decirte. Por ejemplo: debes saber que el mundo es nuestro, de los Oscuros. Los otros jamás existieron. No, no me mires de este modo. Todo es un cuento, una fantasía que inventaron los mortales, siempre tan presuntuosos. Y tan vulnerables. La vida es nuestra, al igual que la muerte y el universo y cuanto existió y existirá. Nosotros creamos de la nada a todas las criaturas del mundo. Nada de propósitos sublimes: lo hicimos por aburrimiento, por procurarnos la diversión de inventar seres que compitieran entre ellos, o que se aparearan con frenesí (el sexo es un espectáculo tan estimulante como la violencia). Nunca hubo un solo ser creador. ¡Qué ocurrencias! ¿Cómo va a ser semejante variedad producto de una sola imaginación? ¿Acaso no hay en el mundo huellas de la fabulosa competición que lo generó? ¡Claro que sí, por todas partes! Es cierto: las criaturas que habitan los elementos fueron creadas por incontables genios oscuros, sin orden ni concierto, a lo largo de los milenios. Del mismo modo, mis predecesores destruyeron otras porque estaban cansados de verlas. Algunos casos han sido muy sonados para la humanidad. Se dice que fue el gran Belfegor quien se cargó los dinosaurios de una colosal pedrada. ¿La razón? Se meaban en sus plantas. Creo que no tuvo mucha paciencia con ellos. Estas cosas siguen ocurriendo todos los días. Cuando el Gran Señor de lo Oscuro se cansa de una especie, la elimina sin darle explicaciones a nadie. A veces hace y deshace sólo por distraerse, porque la inmortalidad es una lacra. Quienes se sientan en el trono del Poder Supremo no suelen aguantar más de treinta mil años. Alguno, como Satán, apenas ha durado una docena de milenios —es curioso que sea de los más famosos, cuando también fue de los más fatuos—, si bien la mayoría aguanta por lo menos veinte. Claro que también está el caso contrario. La leyenda dice que uno de los primeros Grandes Señores de la Oscuridad, Olm, ostentó el poder durante doscientos cuarenta mil años sin perder el ánimo más que en los últimos mil. No es de extrañar, con tales virtudes, que haya hecho historia.

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