lunes, 24 de mayo de 2010

Una crítica de Crypta

Por Carmen Fernández Etreros.

Reconozco que resulta un reto para el lector sumergirse en un libro cuyo protagonista principal es el diablo, Eblus -como lo bautiza Care Santos en Crypta, su última novela. Un personaje ya en sí siniestro, dominador de lo oscuro que ya aparecía en otra de sus novelas, El dueño de las sombras. Pero Care Santos compone una historia dinámica y ágil, fuertemente dominada por el terror, pero en la que con habilidad logra que la fantasía y el humor negro se den la mano en cada una de sus páginas hasta el punto que el lector se sentirá seducido por el “encanto” de tamaño personaje.

El protagonista de Crypta, el diablo Eblus, ha sido degradado por su peor enemigo y privado de sus poderes, por lo que debe volver a recuperar su antigua posición en el infierno. Pero se encuentra con un problema inesperado, no programado y de difícil solución: se ha enamorado de una mortal de 17 años Natalia que no le hace ni caso y está profundamente obsesionada por un chico de su edad. Eblus verá trastocados sus planes futuros por ese enamoramiento “insano” para un demonio que aspira a una posición en el averno.

Lo mejor del libro el cinismo del protagonista Eblus, sus acciones y expresiones, la narración en primera omnisciente, su orgullo y humor negro. También el relato de las historias sobre el pasado de Eblus que compone la autora con destreza y esfuerzo documental como la leyenda de los Reyes Magos y la construcción de la catedral de Colonia. Historias que atrapan, seducen y sorprenden al lector y a la que llega la autora después de escarbar en leyendas españolas y europeas. Además ha logrado marcar un “itinerario geográfico diabólico” por lugares en los que se siente una presencia ambiental de Eblus como San Juan de la Peña en Huesca o la Cripta de los Capuchinos de Palermo, un lugar sobrecogedor hasta un punto insospechado para el visitante ya que acoge cientos de cadáveres momificados.

El otro personaje sobre el que gira la novela es una complicada joven de 17 años Natalia Albás que escribe su inquietante historia presente tras la misteriosa desaparición de su hermana Rebeca en un blog, pero que al mismo tiempo va descubriendo el pasado de su familia plagado de historias asombrosas conectadas con Eblus su demonio enamorado.

Un libro en el que Care Santos de nuevo trata de sorprender a los jóvenes y no tan jóvenes. En él la escritora mezcla la realidad con la ficción y muestra lo más terrible desde el velo del cinismo y el humor negro. Una novela diferente en la que domina la prioridad de lo oscuro ante lo humano.

Publicada originalmente en Culturamas.

sábado, 15 de mayo de 2010

Crypta en El Mundo, edición Valencia

El diablo cínico y enamorado que se metió en la piel del narrador

Iván Pérez / El Mundo

¿Fue el demonio en su vena literaria el que absorbió la mente de Care o fue ella misma la que invocó al maligno para darle la batuta de su nueva novela? Sólo aceptando el reto que la escritora catalana plantea en Crypta podremos dar una respuesta, siempre subjetiva, a la pregunta.

Care Santos admite que ha soñado en dos ocasiones con los protagonistas de sus historias. La primera fue con Augusto, el emperador romano que le robó el sueño para apremiarle en la redacción de su novela. La segunda, más inquietante, la protagonizó el mismísimo diablo, que le instó a dejar de dormir y retomar su papel de narrador en 'Crypta'. Tenía que conocer en persona al rey de los infiernos, de lo contrario no habría podido bordar su papel estelar en su último trabajo.

Eblus es un narrador muy seductor que lo sabe todo, un cínico encantador que ha hecho disfrutar a su creadora como nunca durante la concepción de la obra: "Daba gritos escribiendo, jamás otro narrador me hará disfrutar tanto", confiesa Care. Este relato, bajo las riendas de un humano, "sería insoportable".

"Sería más fácil combatir el mal si tuviera ojos y cara, pero no los tiene, es mucho más abstracto"
Con el personaje central de una oscura joven de 17 años y la terrible historia que emana de su blog, esta "niña buena" de 40 años regresa a la alta cultura "con apariencia de novela de aventuras". La teología, la historia y la visión del mundo desde las distintas culturas tienen cabida en un libro perfectamente juvenil que cuenta el viaje emprendido por el diablo hacia el infierno.

Pero Care Santos no cree en la literatura sólo para jóvenes y huye del estilo simplón, lo odia. Trabaja en el mundo de las letras para ayudar a los chavales, pero no para adoctrinarlos. Su meta es hacer los mejores libros posibles, obras atractivas y de calidad para gente joven y no tan joven.

Todos ellos tienen acomodo en 'Crypta', una historia donde los oscuros se imponen a los humanos, donde se repasan los 293 millones de demonios contabilizados por los teólogos y se da fe de la existencia, en pleno siglo XXI, de la importante nómina de exorcistas oficiales que exhibe el Vaticano.

"Mi biografía sería un cortar y pegar de mis novelas"

Los demonios que Care Santos combate escribiendo, sin embargo, no tienen un rostro o imagen horribles, sino un fondo terrorífico en el que no es fácil batallar. Véase la intolerancia, la violencia extrema o el juicio antes de la comprensión.

"Cada día tengo más dudas acerca de quién demonios es Care Santos. Si es la misma pesada insulsa que todas las mañanas me mira desde el espejo del baño o es esa que, de vez en cuando, hace algo que merece la atención ajena". Curiosa forma de presentarse la de esta seguidora de Sabina que se encaramó a la escena literaria hace 15 años, a raíz de publicar sus 'Cuentos cítricos'.

'¿Qué hecho decisivo de su vida nunca ha escrito?', le preguntaba este miércoles a Care uno de los muchachos de los colegios valencianos que participan en el Ciclo de animación a la Lectura de la Biblioteca. "Todo lo importante está escrito ya", respondió la autora de 'Crypta', quien afirma que su biografía es "un cortar y pegar de mis novelas".

"He leído a todos los escritores de la generación 'Nocilla'; me gustaría que todos me hubieran leído a mí, cosa que dudo"

Tras descubrir a su alter ego, personificado en el demonio Eblus, Care Santos sigue buscando escribir su mejor novela, aunque "igual en diez años descubro que era ésta". Lo importante es que "ahora me siento en mi mejor momento, como los deportistas", confiesa. Lo que tiene claro es que si un día se cruza con el diablo, "le invitaré a cenar o haré que me invite él. Me encantaría".

Haz clic AQUI para leerla en su ubicación original.

viernes, 14 de mayo de 2010

Os presentamos una de las primeras noticias sobre CRYPTA que aparecen en la prensa digital


Un diablo muy literario


La escritora Care Santos publica su nueva novela, ‘Crypta’, una historia que bebe de las leyendas españolas y se ambienta en diferentes épocas

Esther Ginés. Estrella Digital

Care Santos (Mataró, 1970) prometió que por su 40 cumpleaños se regalaría un tiempo de tranquilidad literaria; sin embargo, su última novela, Crypta (Espasa), que ha salido a la venta esta semana, demuestra que la autora catalana es de las que no saben vivir sin la escritura. Fiel a la cita con su público juvenil, al que está especialmente conectado a través de su página web (http://www.caresantos.com/), la escritora confiesa a ESTRELLA DIGITAL su satisfacción por la aparición de Crypta, una historia protagonizada por el demonio y que se inspira en numerosas leyendas españolas y europeas. “Nuestro sustrato legendario es tan o más rico que el anglosajón, y no podemos permitir que se pierda”, afirma.

La escritora catalana siempre ha compaginado la escritura para adultos con las novelas de temática juvenil. Tras publicar Los que rugen (Páginas de Espuma), una antología de cuentos inspirados en el universo de los fantasmas, la autora regresa a la temática juvenil con Crypta (http://www.eblus.blogspot.com/), una novela con la que confiesa haberse divertido “muchísimo” porque está protagonizada por un personaje que le ha permitido, como autora, explorar diferentes registros.

Todo nació hace cinco años, cuando Eblus, un demonio cínico, orgulloso y capaz de todo, se coló en la vida de Care Santos. Tras un exhaustivo proceso de documentación y diferentes visitas a los escenarios en los que se desarrollaría la trama, la novelista decidió que Eblus sería una pieza importante en la historia de Crypta. La otra pieza del puzzle es Natalia Albás, una atípica adolescente que no encaja con el resto y que, sin saberlo, esconde un pasado lleno de historias asombrosas. Este mano a mano literario entre los dos protagonistas se desarrolla en tres escenarios reales: Barcelona, la sobrecogedora Cripta de los Capuchinos de Palermo y el monasterio de San Juan de la Peña (Huesca), un lugar donde con toda probabilidad “uno podría cruzarse con el mismísimo demonio”, explica.

El demonio, un narrador que da mucho juego

“Tenía muy clara la historia, pero busqué documentación durante mucho tiempo, así que al final me junté con numerosos cuadernos de notas y tuve que emplear bastantes meses para organizando todo y poder empezar a escribir”, cuenta la escritora, que desde hace años trabaja con leyendas españolas de temática oscura. Fue en un viaje a Colonia, hace cinco años, cuando supo de la leyenda de los Reyes Magos, que está relacionada con el demonio. “Decidí unir las historias, porque me interesaba mucho el tema del diablo, y así fue cómo empecé a buscar sitios donde Eblus pudiera vivir”.

Precisamente, este protagonista, que también es narrador, es para la autora “el mayor acierto de la novela”. “Eblus es un narrador en primera persona omnisciente, lo cual, a priori, va en contra de la teoría literaria, que impide que estos narradores puedan saberlo todo, pero es un personaje que lo necesitaba; Eblus es inteligente, tiene datos que ningún mortal posee, es cínico, orgulloso, está dispuesto a todo y tiene un humor negro que me hizo divertirme muchísimo mientras lo escribía”, cuenta entre risas Care Santos, quien considera que probablemente no haya otro narrador que le dé tantas satisfacciones como este.

Crypta se inspira en la atmósfera de las conocidas Leyendas de Bécquer, además de otras historias de carácter oscuro que Care Santos ha ido recopilando en diferentes viajes por la geografía española. “Nuestro sustrato legendario es tan o más rico que el anglosajón, y no podemos permitir que se pierda”, explica, y se lamenta de que mucha gente considere que estas leyendas “son de segunda y no merecen ser contadas”.

La escritora recuerda que muchas de ellas las encontró en Aragón, una comunidad con un poderoso imaginario sobrenatural. “Hay numerosos accidentes naturales como la Garganta del Demonio o la Sima del Diablo, y pueblos con nombres asociados a lo oscuro”. La autora se alegra de poder inspirarse en este patrimonio tan rico, algo que, en cambio, sí hacen los anglosajones.

Otros proyectos

Care Santos, que ya piensa en nuevos proyectos, adelanta que en julio visitará una zona de León para escuchar historias de este tipo y recoger documentación para su próximo proyecto. “Tengo una novela que no me deja dormir”, avanza. Sobre si está dirigida a adolescentes o a adultos, la escritora bromea diciendo que sus libros para público juvenil también los leen los padres. “No me gusta poner etiquetas; creo que la buena literatura no debe tener edad, aunque sí diferentes niveles de lectura”, dice, y revela que esta obra hablará de los licántropos, una “leyenda de origen latino, aunque Hollywood se intente adueñar de ella” y un tema que interesa muchísimo a sus lectores.

Por si todo esto fuera poco, esta mujer incansable, madre de tres hijos y crítica literaria en sus ratos libres –que parece tenerlos–, tiene en el horizonte cercano otra novela, “muy de adultos, aunque habrá algún que otro adolescente que la lea”. Tratará sobre la fugacidad de la memoria, sobre “lo poco que queda de nosotros cuando llegamos a cierta edad”, concluye.

Para visitar Estrella Digital, haz clic AQUÍ

miércoles, 12 de mayo de 2010

LOS INMORTALES V

Os hemos reservado para el final estos últimos comentarios sobre la inmortalidad. ¿Qué harían los escritores si fueran inmortales?
Qué curioso. Parece que ninguno escribiría ni una línea. En ese sentido -y con perdón- más vale que continúen siendo mortales.

¡¡Feliz mortalidad a todos, pues!!

"Si fuera inmortal, aprovecharía para leer todos los libros del mundo. Pero también tengo mucha curiosidad por saber cómo estaremos dentro de cien, mil o diez mil años. Aprovecharía para echar vistacillos al planeta de vez en cuando para estar al tanto de nuevos inventos, descubrimientos o revoluciones. Me gustaría ver qué será de la humanidad en el futuro... si no nos cargamos el planeta antes, claro".
Laura Gallego

"Si fuera inmortal, intentaría ser una especie de Tiresias, llevar un recuento de la Historia Universal (tendría una agencia de "análisis de tendencias"! que haría "estudios de mercado históricos" y de este modo intentaría convencer a los gobernantes de los errores (porque normalmente son errores) que estarían a punto de cometer. Aunque probablemente no serviría de nada".
Irene Lucas

"Creo que cometería todos los excesos posibles, ya que el temor a una muerte prematura no estaría en mi cabeza aconsejándome no pasarme con el colesterol, con los dulces...
También sé que sería menos ansiosa: ¿para qué tener prisa si tengo toda la eternidad por delante? Mis gestos, sin duda, serían más lentos y pausados. No iría acelerada a ningún sitio."
Mercedes Cebrián

"Amaría sin prisas (ni pausas)".
Alma Grey

"Como dice Woody Allen, la eternidad se hace larga sobre todo al final... O sea que el mayor peligro es, sin duda, el aburrimiento, que el tiempo infinito te devore y llegue un día en que ya nada te interese (como revela el sobrecogedor "El inmortal" de Borges).Y, junto al aburrimiento, la soledad: todo el mundo desapareciendo a tu lado y tú tan fresco. Si se pudiera vencer soportar) eso, todo sería genial: tiempo para leer, escribir, viajar (sobre todo viajar)...
Ahora se me ocurre: ¿esa inmortalidad es sólo por ser eterno, o porque físicamente nada puede ocurrirte? Porque eso añadiría un factor de diversión interesante (aunque, "al final", seguramente repetitivo): hacer cualquier animalada con tu cuerpo y que nada te suceda.
Ahora se me ocurre 2: ¿esa inmortalidad suponen envejecer o, en plan vampírico, quedarte como estás? Pero quizá la eternidad es demasiado tiempo..."
David Roas

"En caso de ser inmortal, lo primero que tendría que hacer es no comentarlo mucho en este país, pues con lo caldeados que están los ánimos en torno al tema de las pensiones, un individuo que no se va a morir nunca podría concebirse como un jubilado perpetuo, y semejante especimen subversivo supondría tal coste para la Seguridad Social que me retirarían la nacionalidad, transformándome así en una especie de apátrida eterno, un trotamundos carne de low cost sin horizonte concreto. Mal rollo.
Una sugerente posibilidad sería ir guardando objetos de cada época, no sólo por los recuerdos que despertarían en mí, sino porque de ese modo en unos cientos de años me convertiría en el mayor coleccionista de verdaderas antigüedades del mundo (lo que, por otra parte, me libraría de tener que trabajar para vivir, que no es una cuestión baladí para un vago crónico como yo). En caso de asumir la necesidad de dedicarme profesionalmente a algo durante mi infinita vida, evidentemente optaría por estudiar Historia para terminar como catedrático en alguna facultad universitaria -es cierto, hay pocas plazas, pero desde luego yo no tendría ninguna prisa. ¡Puedo aguardar a que se jubile incluso el Decano! Lo mejor de trabajar como historiador, en cualquier caso, es que mi cometido consistiría en contar a los alumnos mi vida, simplemente. Además, y por una vez, los estudiantes podrían conocer la historia sin sesgos ideológicos de ningún tipo ni
interpretaciones. ¡Todo un lujo que seguro no apreciarían!
De todos modos, lo anterior no resuelve el principal inconveniente de la inmortalidad: la soledad. Una vida eterna te condena a tener que asistir a la sucesiva muerte de todos tus seres queridos, incluyendo algo tan desolador como el final de tus descendientes. Un tipo pragmático resolvería no entablar relaciones afectivas con nadie para evitar el daño perpetuo. Sin embargo, me temo que yo soy demasiado romántico para eso; no podría renunciar a enamorarme una y otra vez, aun a sabiendas de la dolorosa espiral de despedidas definitivas y recuerdos -jamás olvido a cada una de las personas amadas en algún momento- en la que semejante actitud me
sumergiría inevitablemente.
Ah, y me compraría muchas cremas. A saber cómo deja la piel el transcurso de varios siglos."
David Lozano

martes, 11 de mayo de 2010

Care en Valencia

Mañana miércoles, 12 de mayo,
a las 12 de mediodía,
Care Santos estará

en la Biblioteca Valenciana
de San Miguel de los Reyes.
Estáis todos invitados.

domingo, 9 de mayo de 2010

Care Santos: "Aspiro a escribir los libros que mis lectores jóvenes querrán llevarse cuando se vayan de casa”

Se siente cómoda escribiendo para jóvenes, aunque siempre piensa en todo tipo de lectores. Es consciente de que sus novelas son leídas tanto por adolescentes como por sus padres, y lo cuenta con orgullo. A sus cuarenta años recién cumplidos, y con una consolidada trayectoria literaria a sus espaldas, la autora de Crypta sigue rezumando pasión. Con el primer ejemplar del libro en las manos dice sentirse como niña con zapatos nuevos.

—¿Qué se siente con un ejemplar recién salido de la imprenta?
—Una felicidad absoluta, indescriptible. Suelo hacer muchas tonterías cuando recibo los primeros ejemplares de mis libros, fruto de la ilusión que me produce verlos. Da lo mismo que hayas publicado ya treinta o doscientos libros: publicar una nueva novela, en la que has trabajado durante años y que aún te sigue entusiasmando, siempre un momento importante de tu vida.

—Hablando de zapatos. ¿Te oí una vez comparar la literatura infantil con los zapatos que nos compran de niño?

—La mala literatura infantil -y sólo esa- me recuerda a los zapatos en edad de crecimiento. Se descartan porque ya no se adaptan a las dimensiones de su dueño o dueña, porque por mucho que te esfuerces, han dejado de ser para ti. Ya no sirven. Habrá otros niños que los aprovechen, pero al tuyo ya no le sirven ni le servirán nunca más. Han dejado paso a otros, mayores, más cercanos a los definitivos. Yo no quiero que ocurra nada parecido con mis libros. No quiero que mis lectores los dejen atrás, olvidados, porque ya no les sirven. Me gusta más compararlos con esas camas modernas que se van estirando a medida que crece su propietario. La buena literatura es como esas camas: crece, se adapta, nunca hay motivos para dejarla atrás. La lees con 15 años y te transmite algo. La relees con 30 y te transmite algo diferente a la primera vez, pero igual de intenso. Yo aspiro a escribir los libros que mis lectores jóvenes querrán llevarse cuando se vayan de casa

—Has hablado a menudo de lo que te une a los jóvenes. ¿Sigue vigente?
—Completamente. Nuestra relación -la de mis lectores adolescentes y yo- la siento más viva que nunca. Tengo más lectores de los que jamás soñé —y no sólo en España— y sintonizo bien con ellos. Lo noto en los correos que recibo, en los comentarios que dejan en los chats. No sé muy bien a qué se debe, pero sospecho que tiene que ver con la pasión. Me siento muy cercana al modo de apasionarse de la gente que tiene entre 14 y 20 años. Creo que yo vivo las cosas con esa exageración, y que así mismo las escribo. Y, por supuesto, tiene también que ver con el respeto y con el amor. A mí me gustan mis lectores, les respeto profundamente, jamás les trataré como si fueran tontos, jamás intentaré "comerles el coco", ni darles gato por liebre. En Literatura, la honestidad es importante. Y creo que ellos lo saben bien.

—¿El demonio es un buen personaje literario?
—Es sensacional. Acaso el mejor personaje -y narrador- con el que he lidiado (y son ya unos cuantos). Me gusta mezclar humor con mala baba, me gusta el cinismo y la inteligencia que rezuma Eblus (y que no sé, sinceramente, de dónde he sacado, porque yo no soy así). Mientras escribía Crypta a veces tenía la impresión de que era él, el diablo, quien escribía sus andanzas, y yo era una mera poseída que tecleaba lo que me iba dictando. Me lo he pasado muy bien escribiendo, me he reído mucho, en soledad, con las ocurrencias de Eblus, y ahora espero que algo de todo ello (o todo) llegue al lector a través del libro.

—Es una novela con distintas ambientaciones, tanto espaciales como históricas. ¿Cómo ha sido el proceso de escritura de Crypta? ¿Has precisado mucha documentación?
—Ha sido muy largo. Yo suelo ser muy lenta "procesando" mis novelas, pensándolas. En cambio, soy rápida una vez me siento a escribir. En este caso, Eblus lleva acompañándome unos cinco años. Había tomado tantas notas que sólo para ordenarlas necesité varias semanas. Y se quedaron un montón de cosas en el tintero. Había pensado, por ejemplo, escribir una escena que ocurriera en la Piazza San Marco de Venecia, un lugar cargado de referencias diabólicas, e incluso imaginaba a Eblus disfrutando al conducir con una góndola por los canales, pero finalmente esa escena "se cayó" de la última versión. Quedaron, por supuesto, tres ambientaciones fundamentales para mí: Barcelona, que es mi ciudad, aquella de la que siempre termino hablando en todas mis novelas; San Juan de la Peña, en Huesca, un lugar sobrecogedor donde es lógico imaginar diablos, y Palermo, que es una ciudad bellísima y decadente, que alberga la Cripta de los Capuchinos, el lugar más sobrecogedor que he conocido jamás, y que también forma parte de los escenarios de la historia, claro.

—Veo que eres de las que necesita haber pisado los escenarios antes de escribir sobre ellos o puede documentarse a través de Internet.
—Hay cosas que Internet no puede transmitir. Olores, sonidos, la simpatía de las personas de un lugar. Una novela, para mí, no se escribe sólo con datos históricos. Se escribe, sobre todo, con sentimientos y con emociones. Y las emociones hay que ir a recolectarlas allá donde nacen. Crypta es una novela que me ha obligado a viajar bastante. Peregriné primero a San Juan de la Peña y a Jaca -de donde tomé también algunas leyendas-, viajé a Colonia, en Alemania (donde están enterrados los Reyes Magos) y a Palermo. También leí mucho, durante meses. Ha sido una documentación agotadora. Pero eso sólo se ve después, y es lo bueno: mientras dura, sólo se disfruta.

—Sueles incluir una Nota de la autora en tus libros. ¿Qué finalidad tienen esas palabras que le dedicas a tus lectores?
—Me gusta mucho, en mis novelas, mezclar realidad con ficción. En Crypta hay infinidad de datos reales, extremadamente detallistas, que mezclo con la trama fantástica de tal modo que es imposible saber dónde termina la documentación y comienza la novela. Yo no querría quedarme con esa incógnita, si en lugar de ser la autora de la novela fuera una de sus lectoras. De modo que hace ya un tiempo que tengo por costumbre incluir esa nota final en la que aclaro mis fuentes, ofrezco bibliografía a algún lector interesado en el asunto tratado y agradezco la ayuda de algunas personas. Es un momento de intimidad con mis lectores que me encanta, y al que no quiero renunciar. Además, responde a lo que a mí me gustaría encontrar en un libro. Sé que muchos de mis lectores me lo agradecen.

—¿Piensas en el lector mientras escribes?
—Siempre. Pienso en emocionarle, en interesarle, en entretenerle. A veces en hacerle reír y a veces en hacerle llorar. Casi siempre en compartir con él algo que me ha maravillado. La escritura es, por encima de cualquier otra cosa, comunicación. Hay que intentar que sea fluida, de interés creciente. Ese es mi trabajo y mi obsesión.

—Eblus, el protagonista demoníaco de Crypta, es un viejo conocido de tus letores. ¿Puedes explicar qué relación guarda esta novela con El dueño de las sombras?
—En efecto. Me ha encantado, estos días anteriores a la salida de la novela, descubrir gente en algunos foros que reconocían a Eblus, protagonista de la tercera parte de El dueño de las sombras. Es una novela, aquélla, a la que yo tengo mucho cariño. Fue mi primera incursión en el género de terror, la primera en el género fantástico después de años de leer y respetar a los clásicos del terror clásico. Ha conseguido muchos y muy entusiastas lectores, y eso me hace muy feliz. De hecho, cuando terminé El dueño de las sombras ya tenía clara toda la historia de Crypta, pero por diversas circunstancias tuve que renunciar a escribirla en aquel momento. Creo que fue bueno, porque el tiempo suele ayudar a que las historias maduren, crezcan, se hagan más sólidas y más pulidas. Ahora me alegro de haber esperado, y sólo espero que a los que se entusiasmaron con aquella historia, lo hagan con ésta.

—¿Hay algo en cartera que pueda confesarse?
—Un par de cosas, muy diferentes entre sí. Estoy terminando una novela para adultos sobre la memoria reconstruida, sobre la dificultad de armar el rompecabezas de la memoria. Y al mismo tiempo estoy obsesionada con una historia de amor y soledad, muy siniestra, que ya tengo medio escrita y en la que pienso día y noche.

—Parece que ambas cosas tienen poco que ver.
—Absolutamente nada. Me gusta tocar muchas teclas, cambiar de aires cada poco tiempo. Mis novelas no son todas para el mismo tipo de lector. A veces me dirijo a unos, a veces a otros. Aunque sé que tengo lectores que se me parecen en esto: no esperan que les cuente siempre el mismo tipo de cosas, y me siguen en mis aventuras y mis retos. Nunca les agradeceré lo bastante que tengan una visión de la literatura parecida a la mía y contraria al anquilosamiento y la repetición.

—Has mencionado la obsesión, ¿crees que es necesaria?
—En mi caso, imprescindible. No sé que una novela me está funcionando hasta que me obsesiona. Sin obsesión, no hay escritura. Por lo menos, según mi experiencia.


—Para terminar, y al hilo de los contenidos de este blog. ¿Qué haría usted si fuera inmortal?
—Leer. Escribir. Viajar despacio. Y temer mucho al futuro, claro.


Entrevista de Marcel Salvà para Espasa-Calpe
Fotos de Paula Santos Giménez

viernes, 7 de mayo de 2010

Eblus en el Infierno

Sobre el Infierno circulan muchas creencias equivocadas, y no sólo con respecto a su puerta de entrada, también sobre su uso y su naturaleza. Hay que decir que desde los tiempos de Ábigor I hasta nuestros días, el lugar ha cambiado un poco. Ya no es sólo el club donde se divierten los amiguitos del jefe, sino que desempeña importantes funciones militares y administrativas (Ábigor II era un pragmático, además de un enamorado de la vida castrense). Hoy día, en el Infierno se encuentran los campos de entrenamiento de las hordas demoníacas, cada una de ellas comandada por un capitán y formada por mil diablos. Cuando yo trabajé aquí, había más de seis millones de ellas. Imagino que ahora su número será aún mayor. Pero hay otra utilidad aún más importante que es lo que convierte la antesala del Infierno en un lugar realmente transitado y del todo insoportable: la administrativa. Enseguida llegará el momento de referirme a eso, pues no hay modo de eludirlo si penetras en el Inframundo, que es exactamente lo que vamos a hacer.
Pero volvamos por un momento a donde estábamos. Yo yacía, blando y despatarrado, entre los rosales recién florecidos de la antigua mansión de la familia Albás. Miraba el firmamento estrellado y me dejaba llevar por un letargo que algo tenía de embriaguez amorosa y algo de desdicha existencial. Pensaba en mis cosas, que no atravesaban precisamente por un buen momento, meditaba acerca de la muerte casi segura que me esperaba allá abajo, en los dominios de Ábigor, y recordaba a Natalia, del modo atontado e impropio de mí que ya conoces, lector. Podríamos decir, aunque resulte chocante, que me hallaba en una nube. La misma de la que vino a rescatarme ese pedazo apestoso y parlanchín de la realidad llamado Kul, a la sazón mi ayudante en la más alta misión que jamás se me haya encomendado.
—¿No deberíamos ponernos en marcha, gran Eblus?
Una rápida observación del cielo me permitió saber que eran poco más de las cinco de la mañana. En otras etapas de mi vida, a esas horas solía llevar ya un buen rato trabajando, pero en aquellas menguadas condiciones había descubierto una flojedad inédita en mí: la pereza. Habría dado cualquier cosa por deshacerme del genio de las alturas y seguir mirando el cielo hasta el penúltimo día del universo.
—¡Vamos, poderoso djinn, iza tus huesos! ¡Tenemos trabajo! —gritó Kul.

miércoles, 5 de mayo de 2010

LOS INMORTALES IV

Más escritores y editores reflexionan sobre la inmortalidad.
¿Y tú, qué harías si -como Eblus- fueras inmortal?


"Me arriesgaría a realizar actividades que ahora me dan miedo: deportes de riesgo, viajes a países donde las minas, las enfermedades, las guerras o la violencia son una realidad. Y aprendería idiomas, todos los idiomas del mundo".
Espido Freire

"Creo que me divertiría más ser invisible que eterno. Tengo la sensación de que la inmortalidad me aislaría y me volvería un poco huraño, mientras que ser invisible me permitiría satisfacer mi curiosidad y ser gamberro. Ser inmortal es jugar con ventaja, no me gusta."
Óscar Esquivias

"Supongo que leer todos los libros que en el mundo han sido y serán, por fin, en cualquier orden".
Vicente Luis Mora

"Terminaría, quizá, escondiéndome de la gente. Huyendo del dolor de tener que despedir a los seres queridos. Recluido a ser posible en un cabaña apartada del mundo. Con tiempo por fin para leer todos los libros que tengo pendientes y viviendo tranquilamente mi soledad hasta el fin de la eternidad. Por otra parte, tendría que aprender a cultivar la tierra porque no creo que me pagaran la pensión de jubilación durante tanto tiempo ¿no?"
Miguel Sanfeliu

"Yo no quiero ser inmortal y no sé lo que haría pero sí lo que no haría: No tendría hijos porque no soportaría sobrevivirles".
Ángeles Escudero

"¿Sería inmortal yo sola o disfrutaría junto con otros de la inmortalidad? ¿Y en qué punto de la vida me detendría? ¿Seguiría envejeciendo o me mantendría igual? Si no conozco la respuesta a esos interrogantes no puedo imaginar qué demonios haría."
Mercedes Abad

"En vista de mi incurable materialismo, del lamentable estado en que están dejando la seguridad social y recordando los problemas del fantasma de Canterville con las cadenas, yo me haría un buen seguro médico que me resolviera todos los achaques que el cuerpo acumula con la inmortalidad: pudrición de la dentadura, piorreas varias, hemorroides, seborrea capilar, uñas clavadas en los dedos de los pies, flebitis, problemas articulatorios, lunares malignos, eritemas, varices, insomnio, cefaleas, lumbagos, ardor de estómago, regugitaciones biliares, lagunas en la memoria, halitosis, cataratas ... O contratar a un asesino a sueldo para acabar con el martirio, ¿no?"
Marta Sanz

"Después de haber aprendido a pintar, tocar algún instrumento, hacer calceta... Después de haberlo aprendido todo, probado todo tipo de vicios y haberme dado a la buena vida, entonces... Entonces haría todo lo posible por volver a ser mortal. Buscaría la muerte para dar sentido a mi vida."
Susana Vallejo

"La verdad es que la posibilidad de ser inmortal supondría una putada, casi tan grande como que existiera el más allá. Menudo aburrimiento…
Yo me volvería malo malísimo. Seguro. Cuando uno sobrevive a su tiempo, a su entorno (¡¡a sus hijos…!!) sin poder hacer nada por evitarlo debe volverse un demonio. Entonces ¿los demonios son inmortales, o los inmortales son demonios?"
Roberto Aliaga

"Viviría para siempre"
Iolanda Batallé

martes, 4 de mayo de 2010

Diablos de Hollywood

Harvey Keitel en Little Nicky, 2000

Jack Nicholson en Las brujas de Easwick, 1987


Vigo Mortensen en The Prophecy (Ángeles y demonios en España), 1995

Al Pacino en Pactar con el diablo, 1987

Robert de Niro en El corazón del ángel, 1987

Gabriel Byrne en El fin de los días, 1999

lunes, 3 de mayo de 2010

And the winner is...

Berta, que votó por Kurama de la serie Yuyu hakusho porque, además de guapo, es listo y caballero.

Cucaracha en su guarida, que votó por Astaroth de Dos velas para el diablo, novela de Laura Gallego, porque es capaz de tomar decisiones sabias más allá de sus intereses.

Laura, que prefiere a Jakabok o señor B. del libro Demonio de libro, de Clive Barker, porque es de todo menos bello y amable.

¡Enhorabuena a los tres!

Para recibir vuestro libro firmado por Care Santos
sólo tenéis que escribir al siguiente e-mail indicando vuestra dirección:

sescribe@yahoo.es

Os llegará en unos pocos días.

domingo, 2 de mayo de 2010

El secreto de Eblus

—Cuando se tienen cuatro mil setecientos diez años es difícil tener la oportunidad de conocer cosas nuevas. Es lo peor que tiene vivir tanto tiempo, antes o después te das cuenta de que todo son repeticiones interminables de lo mismo. Pierdes curiosidad por todo. En realidad, no hay nada nuevo, ¿comprendes? Nunca.
Natalia me miraba sin parpadear.
—Pues bien. Quiero que sepas, mi querida niña, que lo que voy a decir a continuación incluso a mí me desconcierta: me ha ocurrido algo inaudito, de lo que nada sabía, que no esperaba, y que me ha agarrado por sorpresa. Por primera vez en una infinidad de tiempo, no reconozco lo que me ocurre. Nunca antes había experimentado nada parecido. Por un lado, disfruto con la novedad, y por otro, dudo si se debe a un desliz, a un error por mi parte. Sólo sé que me siento mejor que nunca y que la euforia me arma con la fuerza de un titán. Soy insignificante a los ojos de los superiores, pero jamás me había sentido tan fuerte. Y mi fuerza nace dentro de mí, en mi pecho, en el estómago, qué sé yo, en lo más profundo del ser depravado que siempre he sido. Y todo esto te lo debo a ti, Natalia, y sólo a ti.
Adiviné por el modo en que me miraba que deseaba saber qué extraño fenómeno estaba sufriendo. Me apresuré a contárselo, eligiendo las palabras con cautela, para no asustarla demasiado. Pero como no se me ocurría nada elocuente que decir, tomé prestada una cita de un diablo amigo mío:
—El más dulce de los sentimientos embriaga un corazón que nunca había sentido nada —dije.
Mi amigo vivió en el siglo XVIII. Tal vez ése fuera el problema. Natalia no me comprendió. Siguió mirándome sin decir ni media palabra, esperando a que yo continuara. Lo hice, de un modo más comprensible.
—Me he enamorado, Natalia. No tengo mucha práctica en sentir estas cosas y mucho menos en decirlas, de modo que todo esto es muy incómodo para mí. El amor embriaga pero también debilita, y yo no soporto sentir esta flojera general. ¿Me sigues, querida?
Comprendí que no, y pensé que sería mejor hablar más claro todavía. Necesitaba que lo supiera.
—Te amo, niña mía. Haría lo que fuera por ti. Te daría incluso lo que no poseo.