domingo, 2 de mayo de 2010

El secreto de Eblus

—Cuando se tienen cuatro mil setecientos diez años es difícil tener la oportunidad de conocer cosas nuevas. Es lo peor que tiene vivir tanto tiempo, antes o después te das cuenta de que todo son repeticiones interminables de lo mismo. Pierdes curiosidad por todo. En realidad, no hay nada nuevo, ¿comprendes? Nunca.
Natalia me miraba sin parpadear.
—Pues bien. Quiero que sepas, mi querida niña, que lo que voy a decir a continuación incluso a mí me desconcierta: me ha ocurrido algo inaudito, de lo que nada sabía, que no esperaba, y que me ha agarrado por sorpresa. Por primera vez en una infinidad de tiempo, no reconozco lo que me ocurre. Nunca antes había experimentado nada parecido. Por un lado, disfruto con la novedad, y por otro, dudo si se debe a un desliz, a un error por mi parte. Sólo sé que me siento mejor que nunca y que la euforia me arma con la fuerza de un titán. Soy insignificante a los ojos de los superiores, pero jamás me había sentido tan fuerte. Y mi fuerza nace dentro de mí, en mi pecho, en el estómago, qué sé yo, en lo más profundo del ser depravado que siempre he sido. Y todo esto te lo debo a ti, Natalia, y sólo a ti.
Adiviné por el modo en que me miraba que deseaba saber qué extraño fenómeno estaba sufriendo. Me apresuré a contárselo, eligiendo las palabras con cautela, para no asustarla demasiado. Pero como no se me ocurría nada elocuente que decir, tomé prestada una cita de un diablo amigo mío:
—El más dulce de los sentimientos embriaga un corazón que nunca había sentido nada —dije.
Mi amigo vivió en el siglo XVIII. Tal vez ése fuera el problema. Natalia no me comprendió. Siguió mirándome sin decir ni media palabra, esperando a que yo continuara. Lo hice, de un modo más comprensible.
—Me he enamorado, Natalia. No tengo mucha práctica en sentir estas cosas y mucho menos en decirlas, de modo que todo esto es muy incómodo para mí. El amor embriaga pero también debilita, y yo no soporto sentir esta flojera general. ¿Me sigues, querida?
Comprendí que no, y pensé que sería mejor hablar más claro todavía. Necesitaba que lo supiera.
—Te amo, niña mía. Haría lo que fuera por ti. Te daría incluso lo que no poseo.

2 comentarios:

  1. Me gusta. La historia. Y que se publique el 11. Me lo voy a regalar por mi cumpleaños, que es precisamente ese día.

    María Eugenia

    ResponderEliminar