domingo, 9 de mayo de 2010

Care Santos: "Aspiro a escribir los libros que mis lectores jóvenes querrán llevarse cuando se vayan de casa”

Se siente cómoda escribiendo para jóvenes, aunque siempre piensa en todo tipo de lectores. Es consciente de que sus novelas son leídas tanto por adolescentes como por sus padres, y lo cuenta con orgullo. A sus cuarenta años recién cumplidos, y con una consolidada trayectoria literaria a sus espaldas, la autora de Crypta sigue rezumando pasión. Con el primer ejemplar del libro en las manos dice sentirse como niña con zapatos nuevos.

—¿Qué se siente con un ejemplar recién salido de la imprenta?
—Una felicidad absoluta, indescriptible. Suelo hacer muchas tonterías cuando recibo los primeros ejemplares de mis libros, fruto de la ilusión que me produce verlos. Da lo mismo que hayas publicado ya treinta o doscientos libros: publicar una nueva novela, en la que has trabajado durante años y que aún te sigue entusiasmando, siempre un momento importante de tu vida.

—Hablando de zapatos. ¿Te oí una vez comparar la literatura infantil con los zapatos que nos compran de niño?

—La mala literatura infantil -y sólo esa- me recuerda a los zapatos en edad de crecimiento. Se descartan porque ya no se adaptan a las dimensiones de su dueño o dueña, porque por mucho que te esfuerces, han dejado de ser para ti. Ya no sirven. Habrá otros niños que los aprovechen, pero al tuyo ya no le sirven ni le servirán nunca más. Han dejado paso a otros, mayores, más cercanos a los definitivos. Yo no quiero que ocurra nada parecido con mis libros. No quiero que mis lectores los dejen atrás, olvidados, porque ya no les sirven. Me gusta más compararlos con esas camas modernas que se van estirando a medida que crece su propietario. La buena literatura es como esas camas: crece, se adapta, nunca hay motivos para dejarla atrás. La lees con 15 años y te transmite algo. La relees con 30 y te transmite algo diferente a la primera vez, pero igual de intenso. Yo aspiro a escribir los libros que mis lectores jóvenes querrán llevarse cuando se vayan de casa

—Has hablado a menudo de lo que te une a los jóvenes. ¿Sigue vigente?
—Completamente. Nuestra relación -la de mis lectores adolescentes y yo- la siento más viva que nunca. Tengo más lectores de los que jamás soñé —y no sólo en España— y sintonizo bien con ellos. Lo noto en los correos que recibo, en los comentarios que dejan en los chats. No sé muy bien a qué se debe, pero sospecho que tiene que ver con la pasión. Me siento muy cercana al modo de apasionarse de la gente que tiene entre 14 y 20 años. Creo que yo vivo las cosas con esa exageración, y que así mismo las escribo. Y, por supuesto, tiene también que ver con el respeto y con el amor. A mí me gustan mis lectores, les respeto profundamente, jamás les trataré como si fueran tontos, jamás intentaré "comerles el coco", ni darles gato por liebre. En Literatura, la honestidad es importante. Y creo que ellos lo saben bien.

—¿El demonio es un buen personaje literario?
—Es sensacional. Acaso el mejor personaje -y narrador- con el que he lidiado (y son ya unos cuantos). Me gusta mezclar humor con mala baba, me gusta el cinismo y la inteligencia que rezuma Eblus (y que no sé, sinceramente, de dónde he sacado, porque yo no soy así). Mientras escribía Crypta a veces tenía la impresión de que era él, el diablo, quien escribía sus andanzas, y yo era una mera poseída que tecleaba lo que me iba dictando. Me lo he pasado muy bien escribiendo, me he reído mucho, en soledad, con las ocurrencias de Eblus, y ahora espero que algo de todo ello (o todo) llegue al lector a través del libro.

—Es una novela con distintas ambientaciones, tanto espaciales como históricas. ¿Cómo ha sido el proceso de escritura de Crypta? ¿Has precisado mucha documentación?
—Ha sido muy largo. Yo suelo ser muy lenta "procesando" mis novelas, pensándolas. En cambio, soy rápida una vez me siento a escribir. En este caso, Eblus lleva acompañándome unos cinco años. Había tomado tantas notas que sólo para ordenarlas necesité varias semanas. Y se quedaron un montón de cosas en el tintero. Había pensado, por ejemplo, escribir una escena que ocurriera en la Piazza San Marco de Venecia, un lugar cargado de referencias diabólicas, e incluso imaginaba a Eblus disfrutando al conducir con una góndola por los canales, pero finalmente esa escena "se cayó" de la última versión. Quedaron, por supuesto, tres ambientaciones fundamentales para mí: Barcelona, que es mi ciudad, aquella de la que siempre termino hablando en todas mis novelas; San Juan de la Peña, en Huesca, un lugar sobrecogedor donde es lógico imaginar diablos, y Palermo, que es una ciudad bellísima y decadente, que alberga la Cripta de los Capuchinos, el lugar más sobrecogedor que he conocido jamás, y que también forma parte de los escenarios de la historia, claro.

—Veo que eres de las que necesita haber pisado los escenarios antes de escribir sobre ellos o puede documentarse a través de Internet.
—Hay cosas que Internet no puede transmitir. Olores, sonidos, la simpatía de las personas de un lugar. Una novela, para mí, no se escribe sólo con datos históricos. Se escribe, sobre todo, con sentimientos y con emociones. Y las emociones hay que ir a recolectarlas allá donde nacen. Crypta es una novela que me ha obligado a viajar bastante. Peregriné primero a San Juan de la Peña y a Jaca -de donde tomé también algunas leyendas-, viajé a Colonia, en Alemania (donde están enterrados los Reyes Magos) y a Palermo. También leí mucho, durante meses. Ha sido una documentación agotadora. Pero eso sólo se ve después, y es lo bueno: mientras dura, sólo se disfruta.

—Sueles incluir una Nota de la autora en tus libros. ¿Qué finalidad tienen esas palabras que le dedicas a tus lectores?
—Me gusta mucho, en mis novelas, mezclar realidad con ficción. En Crypta hay infinidad de datos reales, extremadamente detallistas, que mezclo con la trama fantástica de tal modo que es imposible saber dónde termina la documentación y comienza la novela. Yo no querría quedarme con esa incógnita, si en lugar de ser la autora de la novela fuera una de sus lectoras. De modo que hace ya un tiempo que tengo por costumbre incluir esa nota final en la que aclaro mis fuentes, ofrezco bibliografía a algún lector interesado en el asunto tratado y agradezco la ayuda de algunas personas. Es un momento de intimidad con mis lectores que me encanta, y al que no quiero renunciar. Además, responde a lo que a mí me gustaría encontrar en un libro. Sé que muchos de mis lectores me lo agradecen.

—¿Piensas en el lector mientras escribes?
—Siempre. Pienso en emocionarle, en interesarle, en entretenerle. A veces en hacerle reír y a veces en hacerle llorar. Casi siempre en compartir con él algo que me ha maravillado. La escritura es, por encima de cualquier otra cosa, comunicación. Hay que intentar que sea fluida, de interés creciente. Ese es mi trabajo y mi obsesión.

—Eblus, el protagonista demoníaco de Crypta, es un viejo conocido de tus letores. ¿Puedes explicar qué relación guarda esta novela con El dueño de las sombras?
—En efecto. Me ha encantado, estos días anteriores a la salida de la novela, descubrir gente en algunos foros que reconocían a Eblus, protagonista de la tercera parte de El dueño de las sombras. Es una novela, aquélla, a la que yo tengo mucho cariño. Fue mi primera incursión en el género de terror, la primera en el género fantástico después de años de leer y respetar a los clásicos del terror clásico. Ha conseguido muchos y muy entusiastas lectores, y eso me hace muy feliz. De hecho, cuando terminé El dueño de las sombras ya tenía clara toda la historia de Crypta, pero por diversas circunstancias tuve que renunciar a escribirla en aquel momento. Creo que fue bueno, porque el tiempo suele ayudar a que las historias maduren, crezcan, se hagan más sólidas y más pulidas. Ahora me alegro de haber esperado, y sólo espero que a los que se entusiasmaron con aquella historia, lo hagan con ésta.

—¿Hay algo en cartera que pueda confesarse?
—Un par de cosas, muy diferentes entre sí. Estoy terminando una novela para adultos sobre la memoria reconstruida, sobre la dificultad de armar el rompecabezas de la memoria. Y al mismo tiempo estoy obsesionada con una historia de amor y soledad, muy siniestra, que ya tengo medio escrita y en la que pienso día y noche.

—Parece que ambas cosas tienen poco que ver.
—Absolutamente nada. Me gusta tocar muchas teclas, cambiar de aires cada poco tiempo. Mis novelas no son todas para el mismo tipo de lector. A veces me dirijo a unos, a veces a otros. Aunque sé que tengo lectores que se me parecen en esto: no esperan que les cuente siempre el mismo tipo de cosas, y me siguen en mis aventuras y mis retos. Nunca les agradeceré lo bastante que tengan una visión de la literatura parecida a la mía y contraria al anquilosamiento y la repetición.

—Has mencionado la obsesión, ¿crees que es necesaria?
—En mi caso, imprescindible. No sé que una novela me está funcionando hasta que me obsesiona. Sin obsesión, no hay escritura. Por lo menos, según mi experiencia.


—Para terminar, y al hilo de los contenidos de este blog. ¿Qué haría usted si fuera inmortal?
—Leer. Escribir. Viajar despacio. Y temer mucho al futuro, claro.


Entrevista de Marcel Salvà para Espasa-Calpe
Fotos de Paula Santos Giménez

2 comentarios:

  1. ¡Care, te adoro absolutamente! En la reforma de mi casa hay reservado un rincón donde me acompañarán tus libros. Si yo hubiese sido escritora, me habría gustado ser como tú.

    Mª Eugenia, o Jenny, o Embrujhada,
    pero siempre, siempre... Víctima del Desamor

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  2. Tomo nota Care, los compraré dobles. Mi hija se llevará los suyos y yo me quedaré los míos.

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